5/11/07

EL MONOPOLIO DE LA INSATISFACCIÓN


“En las sociedades capitalistas, donde la compra viene motivada por una lógica que responde más al deseo que a la necesidad, tenemos el monopolio de la insatisfacción”

Para afrontar este hecho, centrémonos básicamente en el capitalismo como fundamento, como pieza clave, pues si nos centrásemos en algún lugar que podamos localizar por ejemplo en el continente africano, esta palabra no tendría ningún sentido, nadie la entendería, no existiría, y aunque la situación de todos estos países también es lamentable, por lo menos en cuanto a esto, pueden agradecer el no sufrir la estúpida frivolidad con que los países desarrollados afrontamos nuestros problemas.

Estamos por tanto INSATISFECHOS, insatisfechos porque deseamos todo cuanto vemos y nuestra capacidad económica nos impide abarcarlo, insatisfechos, porque anteponemos la actividad de consumir a problemas de mayor índole, insatisfechos porque ya no sabemos qué cosas de verdad importan y cuáles no, insatisfechos por el narcisismo y el deseo absurdo que gobierna nuestras mentes, por culpa de las marcas, de todo aquello que nos quieren inculcar como sea, de las envidias que nos despiertan hacia modélicos personajes, insatisfechos porque a la larga estamos creando una sociedad en la que solo vale el que más tiene, cuanto más mejor aunque roce la absurdez.

No tenemos bastante con adquirir por ejemplo una prenda de moda de un valor disparatado para lo que en realidad representa, sino que si esa prenda se rediseña y de ella surge un nuevo modelo, más actual y más bonito, nuestra estúpida necesidad nos obliga a adquirir todo cuanto queramos, y así paulatinamente vamos requiriendo de más espacio para acumular todas aquellas ropas que hemos comprado víctimas del consumismo que nos rodea.

El problema quizá esté en querer aparentar, en ir a la última moda, en no pasar desapercibidos y mostrar a todo el que nos visualiza, nuestras últimas adquisiciones, nuestras últimas recaídas en la absurdez, en ir a la par con aquel paradigmático y envidiable actor que vuelve locas a todas las chicas, o en poder tener una ligera similitud con esa tan apreciada, guapa, increíble y remunerada modelo. Pienso y creo que no me confundo, que el problema está en esta sociedad porque es una sociedad que se lo puede permitir, porque hoy prácticamente todo el mundo tiene un nivel adquisitivo que le permite disponer de antojos y caprichos, pero si esta sociedad fuese la de hace unos 60 años en plena posguerra, nadie se preocuparía en conocer a Gucci, Versace, y tantísimos diseñadores que tan alto valoran sus obras, más bien la gente se preocuparía en poder llevarse cada día algo que comer a la boca, en afrontar pérdidas económicas y de algún familiar en la guerra, o en cuidar del resto de la familia.

Quizá sean los personajes famosos y los grandes diseñadores los culpables en parte, de todo este monopolio creado, quizá sean los que “prestan” su imagen y su cuerpo los culpables al intentar captar adeptos a través de su increíble belleza y de una gran multinacional o marca a sus espaldas.

Alguna vez he podido opinar sobre las posesiones de todas estas estrellas y quizás he sentido en ocasiones algo de envidia, pero siempre he tenido presente quien soy y hasta donde puedo llegar siendo una ciudadana más de tantísimos millones que constituimos este desequilibrado planeta, y por ello, nunca he soñado ser como… vestir como…. Principalmente porque nunca podré equiparar mi poder adquisitivo con sus desbordantes cuentas bancarias que todo lo permiten.
Por tanto, la solución, pienso que sería el tener una cierta apreciación de la realidad y sobre todo, tener los pies muy pegados al suelo y no dejarnos llevar por lo efímero, es decir, la belleza y apariencia que tarde o temprano se desvanece, mientras que lo único que se mantiene es una mentalidad lo menos frívola posible, porque nos quejamos, nos lamentamos y objetamos cosas muy absurdas.

Estamos insatisfechos porque nunca saciamos nuestra sed de posesión, de adquisición continua, insatisfechos porque tenemos que estar en la culmen de la para nosotros, muy “ciegos”, ABSURDEZ.

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